ICONO VIRGEN DE LA MISEDICORDIA

RB-EM03

ICONO BIZANTINO VIRGEN DE LA MISEDICORDIA

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Icono realizado sobra una base de madera noble, forrado con una hoja con imagen repujada de plata 925, realizado copletamente a mano, se envia en un precioso estuche rigido de terciopelo de joyeria.

Un regalo muy especial y una obra de arte de joyeria.

Medida 6,5 X 8 X 1,2 cm

Al pronunciar el Nombre Santísimo de María, el que lo pronuncia, está diciendo también, junto con el Nombre Santísimo de María, todos los títulos y las gracias que están en este Nombre, que están contenidos a su vez en la persona Purísima de la Virgen: Madre de la Divina Gracia; Madre de Dios; Madre del Amor Hermoso; Madre de todos los hombres; Madre de los hijos de Dios; Corredentora de la humanidad; Mediadora de todas las gracias; La Mujer revestida de Sol; La Llena de Gracia; La Madre Virgen; La Inmaculada Concepción;  Sagrario Viviente; Custodia más preciosa que el oro que alberga la Hostia Inmaculada, el Diamante Celestial por donde pasa el Sol Eterno; La Puerta de los cielos, que da paso a la Luz Eterna encarnada, Jesucristo; el Portal de Belén que engendra al Pan Vivo bajado del cielo;  y junto con estos, innumerables títulos más, unos más grandiosos que otros, todos los cuales reflejan la plenitud de gracia de la Virgen y la inhabitación del Espíritu Santo desde el momento mismo de su Inmaculada Concepción.
Es por este motivo que -dicen los santos- cuando se pronuncia el Nombre Santísimo de María, los demonios huyen aterrorizados, y porque es un nombre que contiene en sí toda la santidad de Dios, los ángeles caídos no lo pueden pronunciar, pero sí puede ser pronunciado por el pecador, porque es la Puerta Abierta por donde se llega a la Salvación Eterna, Jesucristo el Señor. Es decir, si por un lado el Nombre Santísimo de María es terror para los demonios, por otro, es consuelo y esperanza cierta de eterna salvación para el pecador. 
Al invocar el dulce y Santísimo Nombre de María, en sus labios y en su Corazón, en todo momento, pero sobre todo en la hora de la muerte, el pecador sabe que cuenta con la segura y amorosa presencia de su Madre celestial, Abogada de los pobres, que intercederá ante el Rey de los cielos, Jesucristo, para que se apiade de su alma, y así el Justo Juez, Jesucristo, al ver que el pecador tiene por Abogada Defensora a su propia Madre, no tendrá más opción que dejarlo entrar en el Reino de los cielos. 
Invocando el dulce y Santísimo Nombre de María, en su corazón y en su boca, el pecador espera confiado el día de su Juicio particular, sabiendo que su Madre le granjeará la entrada en el Reino de los cielos.

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